BANEAR

lunes, 2 de diciembre de 2013

Ese día

  Había algo que destacó dentro de tanta belleza. Algo que me sacó de mi inmerso meditar de cómo se movía. Algo que superó a su sonrisa luego de cada beso, de cada palabra.


  En ese momento de placer ella me miró, su boca estaba seca y sus ojos centrados en los míos. Pude ver lo que tanto tardó en decir. Lo que guardó por mucho tiempo. Pude ver enteramente a su ser.
  El énfasis no recaía en la ternura de sus ojos, no recaía en sus colores y menos que nada en su linda sonrisa.
  Todo se trataba de que, quien estaba allí conmigo, era ella.
  Eran sus ojos los que me miraban con amor y deseo. Eran sus labios los que me besaban tan dulcemente. Era su pelo del que yo disfrutaba. Eran sus manos las que con las mías jugaban. Era su sexo junto al mío. Eran sus sentimientos besando a los míos. Y, cabe destacar, que eran nuestros anhelos los que ese día se unían. Eran nuestras vidas las que desde ese día dependerían de la del otro.


Cada cosa era la felicidad que deseábamos, la felicidad que en nuestro amor encontrábamos.


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