Desde mi visita a El Lugar todo cambió. Estaba perfectamente
consciente de mi obsesión con Mi Amor, aun así no podía asimilarlo. Todo fue
peor.
Volví a El Lugar. El Sr. Hilf estaba sentado en la punta de
una larga mesa, sobre una silla de ancho espaldar. Estaba comiendo
plácidamente, me pidió que lo acompañará –Han pasado solo unos días y ya
regresaste, supongo que prácticamente nadie puede aguantar la verdad- dijo,
–Extrañaba tu desorientada cara por aquí, aunque… Pareces diferente, algo está
claro en tu cabeza. Todavía no has descubierto todo sobre tu obsesión… Acaso…
¿Hay algo de lo que no estoy enterado?-. Se acomodó en su asiento y se acercó a
mí, se acercó demasiado –Sufres… Te duele… Esta obsesión no es sana… Quizá sea…
No, no, no, no puede ser… ¡Espera! ¿Lo es?... Tu amor… ¿No te corresponde? ¡Ja,
ja! ¡Eso es, no te corresponde!- gritó, -¿Por esa razón no puedes admitirlo?-.
Se paró sobre la mesa, sin importarle la comida, los cubiertos o qué podría
estar sintiendo yo - ¡Su obsesión no le corresponde! ¡No le corresponde!-.
Siguió gritando sin dejar de señalarme. El cuarto se llenó de hombres de traje,
estaban parados en las paredes, sobre las sillas, tomados de las lámparas del
techo, todos riéndose mientras me señalaban.
Allí estaba yo, en el onírico circo de El Lugar, encerrado en
una jaula. Me había convertido en el acto principal en el primer minuto de mi
estancia. Al parecer la gente encontraba satisfactorio reírse de mí, quizá
hacía que se olvidaran de sus problemas, quizá sabían cuánto estaba sufriendo
yo… Y eso les gustaba.
Me llevé mi brazo a mi boca, mordí lo más fuerte que pude y
arranqué mis venas. El Lugar se llenó de agua que bramaba de mis venas
atrofiadas. La jaula se abrió y salí a caminar por el jardín de El Lugar. El
Sr. Hilf se unió a mi más tarde.
-Déjame hacer un truco más antes de que hagas tu pregunta-.
Dijo mientras se sentaba y miraba a un oso polar que caminaba cautelosamente
cerca de nosotros.
-Se llama Vida- dijo una voz. Me acerqué a él, me dejó
acariciarlo por unos segundos. Su pelaje me hacía feliz. Sin más se paró en sus
patas traseras y me pegó con su enorme pata. Rompí a llorar en el suelo, mi
cara sangraba, creí que me había roto la nariz. Él me miró, indiferente de mi
llanto –Así es la vida- concluyó la voz mientras Vida se alejaba.
-Anda pregunta-. Dijo
el Sr. Hilf mientras subíamos al colectivo de El Lugar –Recorramos mientras te
respondo-. El colectivo emprendió marcha
No había dicho una palabra desde que llegué a El Lugar. Me
aclaré la garganta y lo dije sin más:
-¿He caído yo en la obsesión infinita? ¿Me encuentro yo en
el interminable amor obsesivo? ¿Algún día podré olvidar su cara, su sonrisa,
sus… Ay dios… sus ojos? ¿Qué me dará el
ánimo para vivir en el mundo tangible y seguir cada día más que la posibilidad
de ver su rostro otra vez?-
El Sr. Hilf sonrió -Depende de ti, solo hay una manera de
averiguarlo-.
Un cuarto suspendido entre dos enormes estatuas de marfil.
Un hombre llorando en el lado izquierdo, su corazón era enorme, estaba dibujado
en su pecho. Un hombre sonriendo en el lado derecho, no llegué a vislumbrar
bien su corazón. En el cuarto un retrato de mi amor me dijo: “Olvídame.” Solo
tenía que presionar el botón. Miré a la ventana que el Sr. Hilf abría para mí,
él había planeado esto desde que solo lo conocía como “El hombre de traje
gris”. Le dije -Al final, el amor y el sufrimiento se encuentran, son cada uno
con su amor obsesivo, con su amor imposible, y saltan juntos al vacío-. Tomé el
cuadro de mi amor, el cual lloraba y sonreía, salté. Mientras caíamos la voz lo
dijo: -Te amo-.
Excelente Agustin!!!!!!!!!!!! Todo mi orgullo y admiraciÖn para vos!
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