Durante toda mi vida tuve motivos propios para sufrir, quizá
las penas de corazón valgan menos que el luto, quizá no. Cada uno es capaz de
elegir por qué motivo sufrir. De la misma manera cada uno encuentro consuelo en
lugares diferentes. Y sí, así lo hacía yo, escribiendo, hasta que encontré algo
que me gustó más.
He recorrido muchos lugares buscando consuelo, creer que
llegue a esto “porque sí” sería estúpido, muchas personas me han prestado su
ayuda, pero aún así me he sentido solo, incomprendido quizá.
Diría que estoy muy consciente de que hasta aquí llegue,
pero sé que es el efecto de la tristeza. No puedo decir que mi vida haya sido
mala o algo por el estilo, al contrario, sé que aquí acabará algo que pudo
haber sido más. Mis pensamientos están nublados desde hace tiempo, nublados por
ella. Solo puedo preocuparme en ella. Solo puedo pensar en qué será de ella.
Di todo lo que había a mi alcance para que eligiera una
salida que la haga feliz a ella, fuera lo que fuera de mí. Espero que ella sea
feliz, realmente. No espero que el hecho
de que yo decida terminar aquí pueda hacerla entender el por qué de todo. El
por qué de mi interés, mi compresión y mi ayuda. Mi por qué. Yo lo sé, pero no
me atrevo a decirlo, aún en estos momentos.
Me hubiera gustado haber podido hablar con ella otra vez,
saber cómo estaba, saber si mis aportes habían dado frutos, saber si yo todavía
importaba.
Nunca expresé qué quería yo claramente, solo la tinta de mis
cartas dejó vislumbrar un poco de eso. Supongo que solo quedarán sus expectativas
y yo me iré con la verdad.
Un cambio no debe ser influenciado, de esa manera es inútil.
Ella necesita cambiar, aunque para lograrlo necesite un evento que la haga
reflexionar.
No tengo más que decir. Tengo todo listo en el baño. Adiós.
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